top of page

El Viaje de las Semillas Estelares

Actualizado: 21 ago

Había una vez en un lugar lejano del universo, muchas luces brillantes que vivían en armonía entre galaxias danzantes, soles juguetones y lunas que contaban secretos. Cada luz era una Semilla Estelar, un pequeño pedacito del corazón del cosmos, lleno de sabiduría, amor y un propósito universal.


ree

Un día, el Gran Consejo del Cielo les habló con ternura:

—Ha llegado el momento de viajar a un lugar muy especial: la Tierra. Allí hay corazones dormidos que necesitan recordar. Necesitan volver a sentir quiénes son en verdad. Y ustedes, pequeñas luces, llevan dentro la chispa para guiarlos.


Las Semillas Estelares comenzaron a prepararse para su viaje. Sabían que al llegar a la Tierra olvidarían muchas cosas como de dónde venían, sus alas de energía y hasta su misión. Pero también sabían que, en su interior, como un susurro suave, quedaría el recuerdo latiendo para en algún momento reactivar su conocimiento.


ree

Fue así como nacieron niños sensibles en familias, en ciudades, en montañas y en islas de la tierra. Algunos hablaban con los árboles y soñaban con las estrellas. Otros crecieron amando a los animales, otros hacían canciones que sanan o les gustan los abrazos largos con los árboles, también las historias que hablan de almas y de amor más allá del tiempo. A veces, se sentían extraños, como si no encajaran del todo en este mundo.


¿Te ha pasado alguna vez?


Tal vez tú también seas una Semilla Estelar.


ree

Con el tiempo, poco a poco, comenzaron a recordar. Recordaron que no vinieron a competir ni a tener más que los demás, sino a despertar, a compartir luz, a escuchar con el corazón y a mirar más allá de lo que los ojos ven. Vinieron a ayudar a otros a hacer lo mismo: a quitarse los miedos, a perdonarse y a reconectarse con su alma.


Recordaron que les gustaban las cosas simples pero mágicas: como el cielo al atardecer, el canto del viento entre los árboles, las risas sinceras, los silencios que curan, los sueños que parecían mensajes. Amaban hablar del universo, de energías en los elementos, de amor incondicional y de cómo todo está conectado.


También recordaron que su misión no es la de imponer, sino sembrar pequeñas semillas de conciencia, con gestos amables, palabras que despiertan y una presencia que abraza. Sabían que cada vez que alguien recordaba quién era, una nueva luz se encendía en la Tierra y el planeta entero brillaba un poco más.


ree

Y así, día a día, las Semillas Estelares siguen recordando y ayudando a recordar. A veces se encuentran entre ellas, se reconocen en una mirada o en una conversación que vibra diferente. Y cuando eso ocurre, sus corazones dan un pequeño salto, porque saben que no están solas. Quizás tú, que estás leyendo esto, también eres una de ellas.

 

Una de las Semillas Estelares se llamaba Ameyalli, desde pequeña sentía que los árboles le hablaban en un idioma secreto y que las estrellas le guiñaban el ojo cada noche.


Cuando preguntaba a los adultos sobre estas cosas, muchos sonreían y decían:

—Tienes mucha imaginación. Pero ella sabía que no era imaginación. Era memoria.


Un día, caminando por el bosque, escuchó un susurro que no venía de afuera, sino de dentro:—Recuerda quién eres.

Ameyalli se detuvo. El viento parecía calmarse y el sol acariciaba sus mejillas con una ternura especial.

—¿Quién soy? —preguntó con el alma.


Y entonces, lo sintió: una oleada de amor, como si una estrella hubiera despertado en su pecho. Vio imágenes en su mente: su hogar entre galaxias, las danzas de luz con otras Semillas y la promesa que hizo antes de nacer:


"Iré a la Tierra a ayudar a recordar".

ree

Con cada paso que daba, Ameyalli encontraba otras personas que también comenzaban a despertar. Algunas eran niños que dibujaban planetas con ojos, otras eran abuelas que sabían secretos antiguos, o jóvenes que, sin saber por qué, empezaban a buscar algo más profundo que las cosas del mundo.


Y así nació un círculo de luces. No se reunían por obligación, sino por resonancia. Compartían lo que sabían, meditaban juntos, cantaban, sanaban, reían, y cuando alguien se sentía perdido, lo abrazaban con presencia.


ree

—No estás solo. Estamos recordando juntos.


Cada uno tenía una parte del mapa. Cada corazón, una llave. Y todos juntos, eran como un gran jardín de almas despiertas.


Porque recordar es volver al corazón.


Y en el corazón, todo comienza.


Todo florece.


Todo se enciende.


¿Y tú que recuerdas?



ree

Comentarios


CONTACTO

Síguenos en todas nuestras redes

  • Instagram
  • Facebook
  • TikTok
  • WhatsApp

COMUNIDAD WHATSAPP

Chantico Espiritualidad Toltecayotl

  • Whatsapp
bottom of page